Como cualquier procedimiento terapéutico, la Radiocirugía también da lugar a ciertos efectos secundarios. Hoy en día se tiende a evaluar la toxicidad de la radioterapia como un evento continúo que puede producirse en cualquier momento desde su aplicación. Pero clásicamente, y para utilidad práctica, se ha dividido estos efectos secundarios en función de su aparición en el tiempo en toxicidad aguda (la producida dentro de los tres meses siguientes al tratamiento) y tardía (a partir de los noventa días del tratamiento, incluso años después). La toxicidad tardía puede dar lugar a cambios crónicos o puede tener un carácter reversible, es decir, efectos secundarios que aparecen varios meses tras el tratamiento y que suelen ser de escasa-moderada duración (p.ej. los vértigos en los tratamientos de algunos schwannomas del VIII par craneal o el edema en algunas malformaciones arteriovenosas). La toxicidad, como la respuesta del tumor, depende de varios factores: dosis aplicada, tipo y volumen de tejido sano irradiado, tratamientos previos o simultáneos recibidos, radiosensibilidad individual, etc.
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Toxicidad aguda: puede ser inmediata dentro de las 24-48 horas tras el procedimiento (cefalea, nauseas y/o vómitos) cuando se incluyen áreas amplias o especialmente sensibles a la radiación. O puede aparecer días o semanas tras el tratamiento como en caso de estructuras críticas (sobre todo pares craneales) cercanas a los objetivos.
Uno de los efectos agudos más frecuentes es el edema periférico a la zona tratada. En ocasiones se trata de un edema asintomático solo puesto de manifiesto si el paciente se realiza alguna prueba de imagen. Si produce síntomas, estos varían en función de la zona cerebral afectada (motora, sensitiva, visual,…). Su tratamiento es sencillo y, como el resto de la toxicidad aguda, suele ser reversible recuperándose en un plazo variable de semanas a meses.
Especial mención, aunque apenas sin relevancia, es la posible pérdida de pelo o de irritación dérmica localizada en el caso de lesiones muy periféricas. Esta caída del cabello se produce en un área muy pequeña próxima a la zona de tratamiento y posteriormente suele volver a crecer el pelo.
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Toxicidad tardía: en casos muy concretos se pueden apreciar ciertos efectos secundarios característicos de aparición en las semanas o meses siguientes al tratamiento: vértigos en el tratamiento de schwannomas con afectación del conducto auditivo interno, aumento de crisis epilépticas en caso de que el área de tratamiento sea epileptógena, edema por cierre precoz de una malformación vascular,…
Se controlan estos efectos con medicación y generalmente también son reversibles.
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Toxicidad crónica: algunos efectos tardíos no son reversibles.
Es el caso de la afectación del cristalino que, a partir de determinada dosis, puede llevar a la aparición de cataratas. Habitualmente no se alcanzan dichas dosis en él al ser una estructura periférica por lo que se beneficia especialmente de la distribución de la energía por múltiples puertas de entrada de forma que tan sólo algunas atraviesan cada cristalino.
También podemos observar afectación de pares craneales cuando reciben dosis por encima de las tolerables. Pero las dosis utilizadas para el control de los tumores con Radiocirugía no suelen producir alteraciones en estos nervios en un porcentaje importante. Es lo que ocurre en los schwannomas del acústico donde el nervio acústico se encuentra englobado en el tumor y recibe la dosis de tratamiento por lo que el paciente puede perder algo de audición en relación al que tenía antes de la Radiocirugía. También en estos casos el nervio facial recibe una dosis importante, aunque se mantiene dentro de la tolerancia de este nervio, pero tiene un riesgo, aunque muy bajo por la importante caída de dosis en la periferia, de sufrir un daño que puede ser transitorio o persistente.
Esta toxicidad es variable en función de la estructura irradiada siendo más sensibles algunos pares craneales como el óptico y el facial, o el tronco cerebral.
Hay que tener en cuenta a la hora de evaluar las dosis aplicadas y la posible toxicidad que algunas zonas afectadas por los tumores presentan ya ciertos grados de isquemia (por compresión del tumor directa en la estructura o por compresión de los vasos que irrigan esas zonas) que las hacen más sensibles a cualquier otra agresión.
Aunque no se trata de efectos secundarios al tratamiento, hay que mencionar que en el caso de las malformaciones arteriovenosas y fístulas, existe un riesgo de sangrado durante los años en que se va produciendo el cierre por efecto de la Radiocirugía. Lógicamente, dicho riesgo de hemorragia va descendiendo según se van obliterando hasta desaparecer cuando se produce la oclusión total de las mismas.